Pero ha sido fantástico, convertirme en un seudo indígena explorador que admiraba, estupefacta algunas veces y horrorizada otras tantas.
Los niños eran geniales.. con ellos jugaba en parques, semáforos y diversos lugares que no sabría pronunciar.. todo iba genial, hasta que un día en un metro se me ocurrió hacer un pequeño avión de papel para regalarle a dos pequeños niños que viajaban a mi lado. Error. En tierras donde la papiroflexia es moneda corriente, la indignación del pequeño ante semejante bazofia no hizo más que emanar lo mejor de él y en segundos convertir mi cacharro en un jet de última generación que no peco en mentir si digo que hasta tenía propulsores.
Es por esto y mucho más que agradezco a los 1300 millones de habitantes que me ignoraron, permitiéndome hacer de la odisea algo más complicada e increíble de lo que ya era.. a Memi por venirse desde tierras lejanas para compartir aunque más no fuese los primeros días.. y a nuestra Dra. por obligarnos a comer delicias que no existe intención de repetir.
Pero al igual que en televisión, el tiempo es tirano y volver una cuenta pendiente, que espero no tardar demasiado en cobrar.